viernes, 1 de octubre de 2010

047 CÁPSULA CIENCIA Y CONCIENCIA

EL DÍA DE LA ALBERCA
Por Antonio Silva Tavera
image Este pasado sábado 25 de septiembre se celebró la más vallense de las fiestas. Ritualmente como todos los años, y si es que hay aún algo qué celebrar, llegó el día del volcán. Llegó el Día de la Alberca.
Para los que somos de Valle de Santiago sabemos perfectamente que ese día era el único de todo el calendario en que celebrábamos una fiesta exclusiva, rigurosamente única de los vallenses. Las fiestas de Santiago Apóstol, de la Merced, de la Candelaria o de Corpus, se realizan también en muchos otros lugares. Pero la fiesta del 25 de septiembre era nuestra y de nadie más. Por eso podemos decir que es la más vallense de las celebraciones.
Con problemas como el abatimiento del nivel del lago interior, un acceso que no lo es, a menos que aceptemos que los accesos son inaccesibles, o de seguridad pública, la Alberca languidece tristemente. Producto del olvido de todos y sin rendición de cuentas de nadie, lo que ha sucedido con nuestro cráter-lago, el más emblemático del País de las Siete Luminarias, es una afrenta para los vallenses.
De los 46 municipios del estado de Guanajuato, 36 cuentan con áreas naturales protegidas. Valle de Santiago tiene un área natural protegida en la categoría de monumento natural que abarca los principales cuencos volcánicos de la zona.
Esta cuenta con una superficie declarada de casi 9 mil hectáreas según decreto del 21 de noviembre de 1997. Y declara legalmente que “el objetivo primordial de la protección de esta área consiste en preservar los rasgos naturales (volcanes inactivos), arqueológicos y culturales, así como fomentar de manera adecuada, actividades turísticas, recreativas, educativas y de investigación y promover el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales”.
A casi 13 años de haberse decretado estamos en condiciones de afirmar categóricamente que han fallado muchas cosas y que el estado actual de estas casi 9 mil hectáreas es de terrible desolación.
Los cráteres-lago han pasado a ser fotografías de antaño, de archivo, de postal para los escasos turistas que se atreven a visitar la zona. Los cráteres-lago, hoy, ya no lo son más.
Pero ya decíamos que si hay algún cráter simbólico, sin menoscabar la importancia de todos los demás, este sin duda es La Alberca. Su cercanía a la ciudad lo convirtió en parte de la misma en pocos años. Llegó a tener, como en este pasado 25 de septiembre, una fiesta importante que se remontaba a épocas prehispánicas y que ahora es solo un remedo. Ahora este cuenco está abrazado materialmente por la zona urbana. Le hemos despojado de su dignidad y hasta de la importancia de su fiesta. Este templo al silencio, por la soberbia y serena majestuosidad que imponía al entrar en él, se ha convertido en una desgracia.
Somos, amigos míos, la generación que hemos visto morir al cráter sin haber hecho nada importante por impedirlo. Y no basta la queja cómoda de echarle la culpa a las autoridades, pues aún y teniéndola, este patrimonio es de todos los vallenses y no solo de sus gobernantes.
Por eso creo que aún podemos hacer mucho por esta zona protegida y en especial por “el templo al silencio” o el “volcán traga chilangos”, como popularmente se le decía cuando tenía agua. El rescate consiste primero en analizar seriamente, contando con información técnica veraz, si es posible regresarla a su estado anterior, al original.
Un proyecto completo realizado a través de la Secretaría de Obra Pública de gobierno del estado en el 2003 a solicitud del CERCA proponía básicamente entubar las aguas intermitentes del arroyo que se desprende del cerro del Tule, pasa por Cíntora y llegando casi a la ciudad se divide en dos, el del Hospital y el Camémbaro. El proyecto diseñaba un embalse de control cercano a la Hoya de Cíntora y un equipo de bombeo metros antes de llegar a la Alberca por cuestiones de nivel topográfico. Dentro del cráter se contemplaba una geomembrana que se integra al ambiente y que impide filtraciones. Técnicamente estaba resuelto y de mucho mejor manera que perforar un pozo como en Yuriria o proyectos disneylandescos. Financieramente tenía un costo de menos de 50 millones de pesos pues la tubería de 30” de diámetro iba a ser donada por PEMEX. Esto resulta que durante un trienio la inversión sería de 16 millones de pesos al año, pero como es proyecto de rescate ecológico, cuenta con los subsidios de los gobiernos federal y estatal por lo que al gobierno municipal le estaría tocando una inversión cercana a los 5 millones de pesos. Pregunto ¿son muchos como para no retomar ese proyecto y llevar a cabo la dignificación de uno de los espacios más simbólicos de Valle de Santiago?
Me despido en un, dos, tres:
Uno, la frase. “La Alberca no está muerta, solo resulta que el monstruo salió de vacaciones”.
Dos, la cifra. Invertir 5 millones durante un periodo administrativo es nada para cubrirse de honor y gloria por rescatar un espacio más vallense que ni la orquesta de Baltazar Aguilar.
Tres. Eso es todo. Ciencia y conciencia para un mejor mañana. Nos vemos el jueves próximo. Hasta ese entonces y gracias.

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