Las cápsulas nacen de la necesidad de aportar una opinión crítica sobre la vida pública del municipio de Valle de Santiago, ubicado al sur del estado de Guanajuato (México).
El nombre de ciencia y conciencia se debe a la certidumbre de que, al menos, dos cosas deben de sostener el quehacer de los individuos que pretendan contribuir con trabajo útil por su comunidad.
En efecto, sea esta labor individual o colectiva, sea pues desde las organizaciones de la sociedad civil o en la administración pública o desde el papel de la primera autoridad municipal, el presidente, hasta el más humilde de los ciudadanos, su desempeño, para que sea útil, debe de tener ciencia y ser producto de la conciencia.
1. Ciencia, porque es a través del conocimiento y las habilidades adquiridas por el savoir faire como se puede aspirar a hacer bien las cosas. Que no sea el panadero quien se dedique a hacer zapatos ni el herrero se dedique a fabricar muebles de baño. Que haga las cosas, si se desean hacerlas bien y a la primera, quien tenga las habilidades, destrezas y conocimientos necesarios. Nada más y nada menos.
2. Conciencia, porque no es suficientemente bueno el conocer bien del tema, el tener la ciencia y el conocimiento. Si este no se conduce por caminos éticos y no actúa con moralidad y valores, pronto muy pobre puede resultar la aportación. Quien no tiene bien cimentados, entendidos y actuados los más altos valores de la ética no debería de dedicarse a lo público, pues no solo se traiciona a si mismo sino que termina traicionándonos a todos.
Sin embargo, el actuar “buenamente”, tampoco es suficiente. Quizás en un monasterio fuese más útil que en la vida pública, donde se requiere forzosamente de la pericia que da el conocimiento.
Por eso, concluyo, se necesita, al menos, ciencia y conciencia, conocimiento y ética, para que el fruto producto del trabajo comunitario, como individuos o como funcionarios, sea bueno y útil.
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