sábado, 15 de enero de 2011

059 CÁPSULA CIENCIA Y CONCIENCIA

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LA VIOLENCIA Y LOS JINETES DEL APOCALIPSIS Por Antonio Silva Tavera
Si hay algún tema que sea recurrente desde hace varios meses es el de la violencia. La violencia, como en la caja de Pandora mítica, se desbordó y ha alcanzado niveles nunca antes vistos.
Por supuesto que algunos ya tienen a sus culpables en la picota, juzgados y sentenciados. Se menciona al gobierno federal como culpable de haber azuzado el avispero de las mafias organizadas que ahora no puede controlar. Se acusa a las dependencias federales encargadas de la seguridad pública por carecer de una verdadera estrategia, sólida y consecuente, para atacar a este problema creciente. También se habla de tantos años de impunidad y de contubernio en que gobiernos de la república anteriores se vieron involucrados en ilegales complicidades con capos famosos y sus estructuras delincuenciales. Se habla de todo eso y más.
La verdad es que, en esto de la delincuencia y la descomposición social que trae aparejado los niveles inéditos de violencia que vivimos, no es un solo hecho el culpable, ni una sola persona a la que podamos echar enteramente la responsabilidad. En esto somos todos, en mayor o menor grado, culpables ¿por qué? Porque hemos tolerado, autoridades y ciudadanos, impunidades de ayer que hoy arriban a niveles insospechados.
La ausencia de una educación moral y cívica al interior de la familia a través de nuestros hijos, la falta de colaboración y formación de una cultura de denuncia a cambio de una cultura de la tranza y de la indiferencia social son cosas que nos acusan como ciudadanos.
Pero las autoridades, de todos los niveles –federal, estatal y municipal- también tienen su rosario de culpas. Las complicidades generadas, la corrupción galopante como medio de subsistencia política, la impreparación y ausencia de formación técnica en las policías, la cortedad de visiones en plantear estrategias reales a largo plazo, el miedo acompañado de la miopía e incapacidad en aplicar la ley, el medirlo todo desde el plano electoral, la permanencia de sistemas de readaptación inoperantes en las prisiones que las vuelve en auténticas universidades del crimen son algunas de las situaciones que podemos achacar a los gobiernos.
Por eso, es de celebrarse que este pasado lunes se haya procedido a clausurar negocios que se dedicaban a la compra-venta en el tianguis de autos que se ponen los martes por el camino a La Gachupina.
Ignorando bien a bien las medidas legales que acompañaron a esta decisión, era una acción que la ciudadanía tenía tiempo reclamando y que, sordas y acomodaticias, las autoridades habían estado posponiendo. Claro que una decisión así debió de venir acompañada de análisis técnico-sociales para evaluarla pero, y eso es indudable, existía en Valle de Santiago la fuerte percepción generalizada de que en ese tianguis de autos se generaban actividades ilegales, probablemente realizadas por personas ajenas al mismo, pero que utilizaban la careta de esa actividad para encubrir robos, secuestros y tráfico de drogas.
Falta mucho por hacer. La delincuencia y la violencia, su cara más negra, están lejos de haber sido controladas a niveles tolerables porque, se sabe perfectamente, que la criminalidad es la sombra permanente que sigue a la civilización desde siempre y erradicarla es punto menos que imposible.
Me despido en un, dos, tres:
Uno, la frase. En relación con la delincuencia “Los hombres rara vez tienen el valor suficiente para ser o extremadamente buenos o extremadamente malos”.
Dos, la cifra. Este pasado miércoles el gobierno federal dio a conocer la base de datos de homicidios relacionados con la delincuencia organizada. Malas noticias pues Valle de Santiago, en 2010, ocupó el octavo lugar estatal.
Tres. Eso es todo. Ciencia y conciencia para un mejor mañana. Nos vemos el viernes próximo. Hasta ese entonces y gracias.
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