viernes, 8 de abril de 2011

071 CÁPSULA CIENCIA Y CONCIENCIA

EL BUEN LÍDERAZGO Por Antonio Silva Tavera
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Hoy tocaré en esta cápsula el tema del liderazgo por ser precisamente un tema que es tan actual por lo que toca a esa sensación generalizada de ausencia. No ya de liderazgos fuertes sino, sencillamente, de ausencia de los mismos. El liderazgo es una poderosa combinación de estrategia y carácter. Pero si hay que prescindir de alguno, que sea de la estrategia.
Los liderazgos, buenos o malos, tienen un elemento básico e imprescindible: el líder.
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Y ojo, el líder no es solo su discurso, aún y siendo importantísimo, este es la manera tácita con que el líder se comunica con sus adeptos, ya que hay otros elementos adicionales. La figura del líder está envuelta en sus acciones y marcada irremediablemente en sus aspiraciones que, es cierto, debe de comunicarlas mediante el discurso. Pero acciones y aspiraciones, lo tangible y lo intangible, terminan enjuiciándolo históricamente. Midiéndolos frente a la sociedad que lidera. Hay líderes que siendo exitosos en las urnas, resultan un completo desastre en el gobierno.
Los líderes no están solo en la vida política. Hay líderes sociales, religiosos o de opinión. Sin embargo, sus acciones terminan tocando el ámbito de la política. Galbraith, un eminente economista estadounidense de origen canadiense, hablaba de la imposibilidad de desasociar al líder con el poder. Y es muy real su idea. No existe un verdadero líder sin propiedad del poder. La madre Teresa de Calcuta tenía un enorme poder moral como Vicente Fox lo tenía, en su momento, de convocatoria. El poder y el líder siempre irán juntos. Por eso, Galbraith le distinguía tres orígenes. En su famoso libro “Anatomía del Poder” escribía sobre el poder económico, el físico y el disuasivo.
El poder económico es aquel del que hace uso el líder para ganar adeptos. Esto se da en el caso del líder político de las dádivas en forma de chambas, becas o despensas. Es el caso que vivimos en la primaria. El gordito que pichaba las tortas y los refrescos o hasta las entradas al cine.
El poder físico, contrariamente, es cuando el líder político basa su liderazgo en un manejo inverso al anterior. No habrá dádivas a quien no se porte de acuerdo a los deseos del líder. Se quedará sin hueso, sin becas o despensas o, aún peor, será reprimido quien no tome línea. Otra vez, en el caso de la primaria, era el valentón que amenazaba con golpes a quien contraviniera sus designios.
Y finalmente, está el líder disuasivo. El de la labia. El que para bien o para mal, convence a los demás con la persuasión. El del grito suave y el del silencio estruendoso. Es, para Galbraith, el origen del poder más civilizado pero, también, puede ser el más peligroso. En la primaria, era el chavo que mejor hablaba, que fluía e influía con su palabra. El que convencía a los demás.
El liderazgo que ejerce el líder debe de ser un compromiso. Una verdadera vocación. El ejemplo tiene más seguidores que la razón. Si el líder no sabe cómo hacer que su visión se concrete, es sólo un soñador. Una buena medida del líder es el calibre de la gente que lo sigue. Los cebras no se juntan con las hienas, ni estas con los leones.
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Aceptando que el origen pueda ser diverso y que no existe en la vida real únicamente el poder económico o el físico o el disuasivo en unicidad, como mencionaba Galbraith, sino una mezcla de los tres, priorizando más uno que el otro, el liderazgo tiene obligaciones. O, al menos moralmente, debiera tenerlas.
La vieja entelequia de si el líder nace o se hace pasa al cofre de la inutilidad. La verdadera razón de análisis debe ser si el liderazgo es bueno o es malo. Olvidar el origen para desplazarnos a la utilidad moral de un líder. Llegar a la búsqueda del buen liderazgo. El que satisface las necesidades de sus seguidores y, en el sentido político, el de su comunidad. Simplemente son las aspiraciones y necesidades de todos. Pregunto ¿Conocemos ahora y aquí a alguien así?
Me despido en un, dos, tres:
Uno, la frase. Los cacicazgos subsisten en los pueblos que los toleran. En asuntos de liderazgo nadie pierde la castidad, todos saben dónde la dejan.
Dos, la cifra. De los 2,439 municipios que existen en el país, sin contar las 16 delegaciones del D. F., más de la mitad de ellos no llega ni a 20 mil habitantes.
Tres. Eso es todo. Ciencia y conciencia para un mejor mañana. Nos vemos el viernes próximo. Hasta ese entonces y gracias.
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